Una ves al
mes..
No soy
amante de la comida rápida, estoy en contra de esta forma de mercadeo de comida insana para el cuerpo y dañina para el movimiento gastronómico. Es una forma de consumo de alimento que
esclaviza el paladar, lo hace perezoso a los sabores y mata cualquier tipo de
curiosidad por que la reduce a unos carteles con fotos mentirosas entre otras
cosas; Pero acepto el hecho que una ves al mes entro a uno de estos sitios y me
pido un combo; el cajero siempre te da la opción de la gaseosa que patrocine el
lugar Pepsi o coca-cola, sprite o seven up, siempre me ofrece alguna adición(tocino,
queso, pepinillos) o me pregunta si lo quiero agrandar por unos pocos pesos
mas.
Me siento
en la mesa y como; no disfruto, solo como una hamburguesa que me sabe siempre
igual, siempre tiene la misma cantidad de ingredientes, siempre esta
perfectamente cocida, siempre viene en el mismo empaque, siempre tiene la
cantidad de salsa exacta en cada bocado
pa que uno no se unte la jeta; bueno esta perfección a la hora de entregarme mi
comida es la que primero me hace dudar, por que me demuestra la clase de
industrialización y estandarización que
hay en estas marcas, siempre sabe igual no importa el país, no importa el
clima, no importa si hay guerra. Todo es elaborado en la misma planta, con las
misma condiciones, con los mismo conservantes, todo es sacado de la misma hectárea:
si uno va al mejor restaurante de la ciudad
y pide el mismo plato 3 o 4 veces le va saber igual, pero esto es por
merito del cocinero, que pelea con la balanza y lee atentamente los métodos
de cocción que necesita utilizar, que corta de la misma manera como le fueron
mostrando y fue aprendiendo, la mañas; esta uno seguro que los productos son de buena calidad y van a ser tratados con respeto antes de llegar a la mesa.
Lo segundo
que me incomoda bastante de estos lugares es el espacio inerte, poco familiar, me acuerda a un pabellón de niños en estado
critico en un hospital, pues todo es blanco, tiene un olor a cloro y por ahí se
ven varios payasos que se muestran como símbolo de felicidad; No se, pero yo no
quiero comer al lado de un payaso, no me transmite felicidad, mucho mas fácil
la encuentro en el restaurante casero o
humilde, sentado en una mesa plástica
nivelada con un pedazo de cartón en alguna esquina, donde me llevan un
ají que en un día mas al sol tendrá vida propia generada en vinagre
increíblemente; si en este lugar pido el mismo plato varias veces es muy seguro
que el sabor me va a ser igual de
familiar siempre, acá no hay
estandarización del producto, no hay descriptivos con las recetas y la
manipulación de alimentos, bueno, digamos que no es la mejor, pero confiaría si
es un restaurante casero bueno o clásico, donde el taxista va a comer, que hay
una buena rotación diaria, que se cocina con lo justo en ingredientes para el
día, que se compra el diario y que lo cocina la misma mano.
Como una
ves al mes en estos lugares para acordarme que soy una persona curiosa por
la comida, por los sabores y por los productos. Que lo importante no es el
empaque, que lo importante no es el precio, que lo importante no es el lugar; Que
si lo es la mano que hace los procesos, los productos frescos y el amor que te
genera volver un lugar donde los sabores siempre están presentes y te generan
fiesta en el paladar, donde uno se siente tranquilo con lo que come, con lo que
se alimenta.